Cuando a fines del siglo XIX mi bisabuelo Pietro dejó su pueblo natal de Rosciolo, en Italia, para aventurarse a la conquista de un futuro mejor, no traía en sus valijas más que determinación y su pasión por la vitivinicultura. Y al establecerse en Cafayate, tierra de vides y buen sol, marcó para siempre el destino de los que hoy, llevamos su sangre.
Dos de sus hijos, Benjamín Andrés y Pedro Moisés, siguiendo sus pasos, con tenacidad y trabajo se convirtieron en referentes de su época al hacerse cargo de la tradicional bodega “El Tránsito” en el año 1942.
Dirigida por ellos con mucho éxito la bodega “El Tránsito” supo ser hogar de Benjamín y vio nacer entre sus paredes a algunos de sus hijos, entre ellos a mi padre, Benjamín Raul.
A fines de 1952, siguiendo su naturaleza innovadora, Benjamín y Pedro deciden trasladar la bodega a nuevas instalaciones.
Años después la vieja bodega “El Tránsito”, envuelta en murmullos de duendes, tomo el nombre de “Bodega Encantada” convirtiéndose para siempre en escenario de la – Serenata a Cafayate -. Hoy también recinto del – Museo del Vino – .
Tras la desaparición de mi abuelo y su hermano, mi padre se hizo cargo de la dirección de la bodega familiar por muchos años, empapándome de recuerdos de la vieja bodega, de sus olores, sus sonidos y anécdotas de su gente.
Es así como en el año 2004, emulando la experiencia de nuestros abuelos comenzamos juntos el proyecto de llevar a la bodega “El Tránsito” al tercer milenio, para mantener así la excelencia de nuestros vinos.
Al incorporar hoy la última tecnología en la elaboración de vinos queremos perpetuar, con la calidad que merece, la tradición familiar.
Y yo particularmente, como miembro de la cuarta generación, espero convertirme en parte de esta historia y poder así, como mi padre y mis abuelos, enorgullecer a mis descendientes.